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Por Manuel Solís
Finlandia y Suecia, así como Noruega y Dinamarca, han sido los países que en los últimos años hay un avance de organizaciones políticas que reclutan electorado con mensajes xenófobos, apuntalados en las permisivas leyes escandinavas y en contraste con la receptividad de esas democracias hacia la inmigración.
Por ejemplo los llamados “Verdaderos Finlandeses” en los recientes comicios legislativos saltaron de la condición de partido más minoritario del Parlamento a la de tercera fuerza, postulando preferentemente políticas eurofóbicas y antiinmigración.
Tras dos décadas de ausencia, en septiembre de 2010, la ultraderecha sueca celebró su regreso al Parlamento de Estocolmo para unirse al auge de movimientos xenófobos de Dinamarca y Noruega.
Hasta ahora, los casos más brutales fueron en Finlandia: dos tiroteos en centros escolares en 2007 y 2008, en ambas masacres participaron dos estudiantes con “transtornos” (según informaron la prensa y las autoridades) que dejaron un saldo de 18 víctimas y un tercer caso fue perpetrado en un centro comercial en 2009, con seis víctimas..
Noruega se creía preservada de estos actos que según “expertos” se da en aquellos países permisivos en la posesión de armas, en sus altos índices de suicidio, alcoholismo y violencia doméstica presentándolos como sociedades prototipos de prosperidad.
Noruega tampoco se había visto afectado, como la vecina Suecia, por atentados políticos como el asesinato nunca aclarado del primer ministro Olof Palme en 1986, o el de la ministra de Exteriores Ana Lindh, en 2003,. Ambos hechos delictuales sacudieron los esquemas de una sociedad abierta cuyos mandatarios se rehúsan transitar con guardaespaldas.
Manuel Solís
25 de julio de 2011